BENVENUTO CHAVAJAY: DESDE LA INVISIBILIDAD HACIA AFUERA.



1.Didáctica de la invisibilidad
No todos salimos bien en los retratos, algunos tenemos la costumbre de apretar los labios o cerrar los ojos o encorvarnos o tocarnos la cabeza o meter la panza o estirarnos la nariz. Saber posar es una virtud, un talento envidiable; de eso que una postura elocuente pueda mover multitudes, pueda—como se dice en publicidad— construir imagen.
Cuidado con la imagen, dice Jacques Lacan. Interesante enunciado. Tal vez no es la imagen de la que hay que cuidarse, sino del que la produce. Así el retratista es quien selecciona su objetivo con la intención de visibilizarlo. Visibilizar, según el diccionario, es mostrar artificialmente lo que no puede verse a simple vista. De eso que todo lo que nos muestren sea artificial, algo pre-visto, preseleccionado.
Los objetivos varían según lo que interesa mostrar: nosotros dentro del paisaje, nosotros fuera del paisaje, los otros conmigo, ellos frente a mí, etc. Siempre existe esa actitud ante lo expuesto y lo oculto.
Si usted desea ver cazadores de imágenes en acción, observe un turista europeo o norteamericano amenazando con su cámara, a un muy sonriente grupo de niños del altiplano. De todo lo visto en este país, ha seleccionado retratar el grato recuerdo estos seres, que en un lugar recóndito del planeta, conviven con la naturaleza. Postales de Guatemala donde la imponente belleza del Atitlan lake contrasta con la muy encorvada imagen de una indígena cargando un enorme bulto de leña. El paisaje hace invisible al individuo, que en su infracondición se hace un ingrediente más del “colorido” de lo exótico, de lo periférico.
2. ¿Quién habla?: La región más invisible
También existen esos retratos tamaño “cédula”, donde el Estado nos exige que salgamos serios, con la frente descubierta y con cara de presuntos delincuentes. Esa es nuestra identidad legal. La identidad que delimita nuestro origen. En una de las prefijadas casillas del documento dice: cicatrices visibles. El empleado municipal debe llenarla a partir de lo que puede ver a simple vista. La fotografía tamaño cédula es, oficialmente, nuestra identidad.
En el año 2003 la foto “cédula” de Benvenuto Chavajay aparece en Prensa Libre y, en una breve nota al pie, se solicita que alguien informe sobre su paradero. Recuerdo que luego de leerla llamé a uno de mis alumnos de la ENAP para preguntarle qué sabía al respecto. Me dijo que no sabía nada, pero que iba a averiguar. Llegué a impartir clases y la noticia ya era comentada por todos. Pero fue hasta que a la hora del receso vi entrar a Benvenuto a su clase—muy fresco él—, que entendí que se trataba de una performance.
En Guatemala lo más común y corriente es desaparecer. Así que no es nada raro que los artistas también se extravíen. Lo curioso es que cuando alguien sale en la prensa y se reporta como “perdido”, se hace visible ese individuo que dentro de lo cotidiano no-existe. Así, aquellos que permanecen al margen de la muy vigilada información que nos da los medios, de pronto se hacen notar; nos enteramos que tienen un nombre, una familia, una vida, que de no existir la noticia, seguiría anónima al resto de la gente.
A partir de esa acción entablé con Chavajay un diálogo desde mi propia interpretación de su trabajo: hablar desde la invisibilidad.
Años atrás le había documentado en el Festival Octubreazul en la performance Homenaje a Guatemala; una larga caminata que emprendió por la ciudad, yendo de un extremo a otro, como si se tratara de un ceremonial de reconocimiento de la urbe, donde la soledad del “recién llegado de provincia” es una de las tantas formas que tiene esa anulación ejercida desde un espacio denominado “Centro”. Tanto su material como su tema coincidían con la idea de lo oculto, lo invisiblizado; tema lleno de trampas demagógicas si quien lo trabaja no ha vivido inmerso en lo no-visible, y lo ha asumido únicamente a nivel de discurso.
Su experimentación dentro de las artes visuales acerca a una nueva óptica del desplazamiento de lo periférico hacia los centros, así como la idea geopolítica de “el interior del país” que puede definirse, con más acierto, como“La región más invisible”. Al observar sus performances, fotografías o pinturas, y luego de darles una lectura meditada, hallamos cierta abstracción del texto; pareciera como si la retórica que abusa del tema de la tierra, de las migraciones y de la sobre-espiritualización del campo como una visión turística de la marginación, tuviera un detractor desde dentro. Algo curioso, ya que los panegiristas del “ad-hominem”, los defensores de la pureza y de la justicia estética, casi siempre nos muestran un mundo que no conocen; y son tantos gritos contra el poder, y tantas vestiduras rasgadas, que terminan acallando más a los que dicen defender. Ese “erigirse en la voz de los sin voz”, que suena a tintineo subalternizante.
3.Punto y línea sobre el altiplano
El documento de identificación de Benvenuto Chavajay dice que pertenece a la municipalidad de San Pedro la Laguna. Un municipio de Sololá que al igual que Santiago, San Marcos y San Lucas mantiene una fuerte raigambre en su herencia prehispánica. El catolicismo, la cada vez más fuerte presencia de la iglesia evangélica y el turismo, han transformado un pueblo que hace tan sólo veinte años era una zona eminentemente campesina y —como todas las regiones indígenas del país— duramente castigada por el conflicto armado.
En una oportunidad Benvenuto me contaba sobre el nivel de desvinculación que ahora experimentan los jóvenes de San Pedro en relación con sus padres o abuelos. Y reconocía que se está dando un punto de conflicto cultural, donde la visión de “paisaje rural” comienza a transformarse a partir de una discusión generacional sobre la definición de una identidad híbrida, con referentes urbanos.
En las piezas que expuso con ocasión de la muestra “Outsiders”, en el Centro Cultural de España, Chavajay presentó varios pares zapatos de manufactura industrial que rediseñó a manera de que los forros interiores del calzado quedaran expuestos y que cada pareja estuviera cosida una con otra. En este conjunto de piezas me pareció encontrar una reflexión de lo que —en la opinión del artista— está sucediendo en esas regiones “invisibles” o “outsiders” en que nuevas generaciones artísticas están iniciando el debate de lo contemporáneo.
El interés por lo manufacturado industrialmente, la re utilización de lo útil, es quizá una de las figuras que Chavajay subraya constantemente. Su interés, a mi juicio, no es el proceso ready made de atribuirle un halo de significado a los objetos cotidianos, mas bien, parece llevar la intención de mostrarlos en su metamorfosis. Desde sandalias de hule, hasta telas impresas usadas como lienzos de pintar, se trata de muy precisas aproximaciones al proceso de la obra, descubrir lo que se oculta, un retaceado retrato del arte contemporáneo. Que el artista elija un guacal plástico —por ejemplo— y lo pinte en un lienzo, en este caso una tela estampada de camuflaje militar, es un extraño punto de coincidencia, el producto de maquila que es consumido por la misma gente que lo produce. El autocanibalismo del consumo. Por otro lado está la reutilización de lo gráfico, el pintar sobre lo pintado, que es una reiteración de la pintura misma que se hace invisible dentro de lo que ya trae su propia simbología. ¿Acaso la tela estampada no pasa previamente por un proceso de diseño, luego de impresión y luego de exposición?
4.Apropiación del conjunto
Me gustan los retratos de grupo. Poseen cierta mística. En ellos no existe un punto de atracción, hay varios centros que a la vez se muestran por separado. De la misma forma me entusiasma el trabajo artístico colectivo. Opino que esta es la única manera de superar la visión del artista intimista, del poetastro del yo y del amaneramiento romántico-modernoide que ha sido la cirrosis de estos países condicionados a recrear sus valores en función de blanquear un poco su mestizaje.
Creo que la aproximación al conjunto es lo que nos da un cuerpo, nos hace vernos. Quizá lo más interesante de toda esta dialéctica contemporánea sea precisamente hablar desde lo invisible, desdoblarse en varios, ser individual siendo colectivo, algo que muy bien plantea Gilles Deleuze cuando se refiere a las literatura menores1.
Los movimientos culturales que se están dando afuera de los límites de la Ciudad de Guatemala, límites que no son necesariamente geográficos, contrarrestan en mucho la actitud pontifica de los opinionistas culturales de ocasión, que se atrincheran detrás de una ilustración crítica ejercida siempre desde la idea de “Centro”, donde el proyecto de “invisibilizar la barbarie” es un argot para mantener la voz oficial y no escuchar lo que consideran subalterno.
Un festival de arte en Puerto Barrios, en Comalapa o en San Pedro la Laguna, dentro de su carencia de recursos, son síntomas de un replanteamiento de la actitud de los más jóvenes frente al arte. Existe una apropiación —ingenua o no, no importa— de lenguajes más complejos y con mayor riesgo de no ser comprendidos de inmediato. De eso que los artistas más interesantes sean gestores, difusores y productores dentro de sus comunidades.
El resultado de todo este trabajo lo vemos hoy en las propuestas de Manuel Antonio Pichillá, Ángel Poyón, Fernando Poyón, Juan Maurilio Mendoza y Benvenuto Chavajay. Su obra no se suscribe únicamente a realizar piezas; son artistas que trabajan en conjunto, de eso que su obra sea colectiva y abra nuevas vías dentro de sus lugares de origen y fuera de ellos; es el caso de festivales como Mecapal, en el que confluye una curaduría de música, artes visuales y literatura, que se apropia de todos los espacios posibles para hacer llegar una percepción menos viciada de lo “outsider”, que en la creación conjunta, inicia un diálogo más horizontal sobre identidades y diferencias.
Javier Payeras

1 Gilles Deleuze, Kafka para una literatura menor, Era

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